De medio joven a medio viejo

Ahora, en el tiempo en que se es medio joven y medio viejo, llama la atención el comportamiento de los más que ya no cuentan años. Los mismos que van olvidando el nombre, transporte directo a una lápida. Los mismos que antes fueron amantes vigorosos con mujeres en celo y celosas ellas por su vigorosidad. Los mismos que ahora van un poco lento sin tantos deseos futuros y con la carga, más bien, de la nostalgia de algún acontecimiento interrumpido por los no se puede, ahora no, quizá en otro momento. También acompañados de la nostalgia que deja una vida gastada y alguna sin recuerdos por no tener memoria ni cámara fotográfica.
Ahora, en este tiempo, cuando todavía se es medio joven y se acumula lo viejo, es el momento para que la vida empiece a facturar la cifra interminable e impagable de los actos de rabia, de las frustraciones de amor, de los triunfos irrevocables en los labios de la amante ahora compañera. Esa factura de cifras que amarran a pagarés en la vida eterna. La última vez que la vida aumentó la factura fue hace cinco minutos con un cigarrillo exquisito irremediablemente acompañado de café oscuro y caliente con la misma deliciosa simpleza y fuerte amargura de la vida casi quemada.
Es entendido que a muchos no les gusta el café cuando se empieza a quemar. Por eso algunos no le gustamos a muchos cuando la vida también nos empieza a quemar un poco. Por eso en este tiempo, justo ahora cuando se es medio joven y un poco más medio viejo es bueno compartir un café y un poco de resignación casi alegría por lo quemado del café y lo deliciosamente dañino del cigarrillo que afortunadamente le molesta a los que aún creen que tienen vida porque están vivos y seguros de respirar.
Ahora en este tiempo, justo cuando se es medio joven, la alegría es la dinamita y los pasos se vuelven más calmos y las críticas al mundo más justas porque es el tiempo de volverse medio viejo.

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