Escrito por Gloria Areliz Gaviria Arango
Sin la construcción de la convocatoria poética y musical de los habitantes de Medellín y sin una noción de qué es una fiesta a la vida, el carnaval para la ciudad no tendrá energía.
Popular, determinado por la creación festiva de sus comunidades, las cuales necesitaran un nuevo espacio simbólico de celebración que para gozar la locura colectiva, para mostrar y ocultar identidades con las máscaras serán, entre otras, las condiciones que cumpla la ciudad si quiere soñar con una fiesta de carnaval.
Luís Fernando García, más conocido en el mundo de la cultura como el gordo García, es uno de esos personajes cuya conversación remite, a la alegría, al entusiasmo y a la utopía. Y a la historia cultural de Medellín. El Gordo es un defensor de la idea de que Medellín necesita un carnaval.
Metido en una sudadera lanuda, un buso, una ruana y una gorra que lo ayudaban a mitigar el frío, el Gordo previene la conversación con dos tintos y un legajo de papeles que contienen uno de sus sueños, un carnaval para la ciudad.
Sentado en su silla del corredor, de la casa que ocupa en la vereda El Placer, corregimiento de Santa Elena, el Gordo se repite que tal vez en cien años se haga realidad porque “así es la cultura, que se transforma después de mucho tiempo”.
Ver completo en: Azul Naranja - Palabra Digital
Sin la construcción de la convocatoria poética y musical de los habitantes de Medellín y sin una noción de qué es una fiesta a la vida, el carnaval para la ciudad no tendrá energía.
Popular, determinado por la creación festiva de sus comunidades, las cuales necesitaran un nuevo espacio simbólico de celebración que para gozar la locura colectiva, para mostrar y ocultar identidades con las máscaras serán, entre otras, las condiciones que cumpla la ciudad si quiere soñar con una fiesta de carnaval.
Luís Fernando García, más conocido en el mundo de la cultura como el gordo García, es uno de esos personajes cuya conversación remite, a la alegría, al entusiasmo y a la utopía. Y a la historia cultural de Medellín. El Gordo es un defensor de la idea de que Medellín necesita un carnaval.
Metido en una sudadera lanuda, un buso, una ruana y una gorra que lo ayudaban a mitigar el frío, el Gordo previene la conversación con dos tintos y un legajo de papeles que contienen uno de sus sueños, un carnaval para la ciudad.
Sentado en su silla del corredor, de la casa que ocupa en la vereda El Placer, corregimiento de Santa Elena, el Gordo se repite que tal vez en cien años se haga realidad porque “así es la cultura, que se transforma después de mucho tiempo”.
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