Rutina

Dicen los iguales que todas son iguales y las otras dicen que ellos son iguales y todos se parecen en que se mueren cuando tienen que irse aunque dejen sus ocupaciones incompletas. Yo conocí una chica el otro día y aún no entiendo si es mujer, caballo, hembra anfibia, extraterrestre, hombre, asesina, gay. Es una mujer extraña. Se para en la acera de una calle que queda cerca de su casa, justo en una avenida y empieza por la camisa. La desabotona despacio. Nunca trae sostén y bajo la falda tampoco trae nada. Los transeúntes enloquecen y todos la quieren tocar. A ella no le gusta que la toquen. Le gusta recibir el sol en las mañanas justo en esa esquina que cruza la avenida.

Dicen que está loca porque no es como todos, porque se desnuda. Todos se desnudan, todos están locos. Es tan común que da tristeza y eso es lo que no se puede descubrir en el simple tacto de la mirada porque es tan simple que no se descifra cuáles son sus deseos, qué le dijo su mamá antes de salir a su desnudo mañanero y qué le dijo a su regreso. No se sabe la historia de sus amantes pasados, no es posible descubrir si le gustan las flores rojas o las amarillas, los perros o los gatos, los viernes o los domingos, vivir o morirse cuando lo decida. Por eso digo que ella es extraña. Por eso a veces estoy triste.

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